Estado de bienestar.

Puede parecer que pertenecemos a un sistema democrático y justo, que se conjunta en todo occidente, y que se fundó con el ánimo de favorecer al pueblo trabajador. Pero no es así. De hecho, los padres de este sistema fueron fascistas encubiertos, que lo desarrollaron sobre los pasos estratégicos que se marcaron. Me explico:
La propiedad calma el descontento del humano moderno. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, el poder aristócrata, con ánimos de disuadir las ansias de cambio social y político de un pueblo destrozado por la guerra, otorgó derecho de propiedad al proletariado para crear así un estado general de comodidad y obtención de derechos cuidadosamente seleccionados. Es aquí donde nace el Estado de bienestar, en un intento de apaciguar al personal. Pero retrocedamos un poco.

La invención de la maquinaria industrial trajo consigo una serie de imprevistos. El obrero industrial multiplicó su capacidad laboral debido a este desarrollo y cayeron en la cuenta de que la diferencia entre lo que producían y lo que recibían era muy alta, llevándose la parte más escasa esta última. El descontento se expandió rápidamente y con él surgieron líderes revolucionarios que inculcaron en el llamado proletariado sus ideas de cambio, hasta derivar en una revolución rusa que los llevó al poder. Sí, a los pobres, los precarios, los currantes. Fue aquí donde el poder occidental se asustó e intentó asfixiar este movimiento desde fuera. El régimen zarista se levantó contra las fuerzas rojas contando con el apoyo de países como EE.UU., Japón, Reino Unido,... Y pretendiendo evitar una revolución mundial, a fin de que esta atentaba contra sus intereses, provocaron una guerra civil que duró más de 5 años. Tras la victoria, el auge revolucionario no sólo se reforzó, sino que se expandió por el mundo, con el Manifiesto Comunista, que se convirtió en la Biblia obrera. Decía al principio lo de la propiedad. Pues por primera vez existía una alternativa a la relación del poder y la propiedad de los que entonces estaban y están en lo alto dirigiendo el cotarro. Los tronos imperialistas comenzaban a tambalearse, y el levantamiento contra el poder establecido había surgido.

Toma de Berlín por parte de Ejército Rojo.

Por todo esto, el sistema y el poder tradicional, ahora llamado "derecha", se puso las pilas para frenar esta situación, por lo que tuvo que convencer al obrero de que el estado de opresión era mucho más factible que el emancipador. Y aquí empiezan las concesiones. Concesiones llamadas derechos. Algo impensable en aquella Europa precaria. Hasta las mujeres se apuntaron a esto y terminaron consiguiendo su derecho a votar (Excepto aquí, en España, aquí fuimos más paraditos, hasta la Segunda República nada. La iglesia se encargó de reprimir a la mujer hasta entonces).

En un territorio europeo conservador, se trató de combatir a comunistas y socialistas que provocaban que el poder aristócrata diese su brazo a torcer. El experimento escogido para hacerlo fue Hitler. A ningún mandatario europeo le pareció un error puesto que era de los suyos. Claro que, como en Frankenstein, este acabó por rebelarse a su creador. El experimento de los huevos se cobró 20 millones de vidas y una Europa destruída. Y aquí retomamos el principio del artículo.


Hitler y Franco protegiéndose del intenso Sol.
Como decía, en un intento de apaciguar al personal, los líderes de entonces tuvieron que ofrecer ciertas concesiones al pueblo cabreado (Nota: todo esto no se incluye en aquella España franquista; recordemos que, en lugar de acceder al Plan Marshall de los EE.UU., a nosotros nos vendieron al Caudillo de entonces, Franco, puesto que salía más rentable que comprar un pueblo soberano, y permitieron que siguiésemos bajo dictadura. El Estado de bienestar no se tradujo al español hasta bien entrada la transición, la cual me pregunto si llegó a concluir o seguimos en ella). Un pueblo que había combatido las ansias exterminadoras nazis, de modo que ya no valían las limosnas. Debían ser compensados, y fue aquí, junto con las ganas de los gobernantes de saciar los deseos de un mundo democrático, donde se fundaron las bases del Estado de bienestar. Y empezó a ofrecerse una educación gratuíta, un servicio sanitario público, los ya hablados derechos laborales,... y en definitiva, de acceder a los bienes de consumo (no a su producción, puesto que esta otorga, a fin de cuentas, el poder). Se fue permitiendo que el obrero consumiese lo elemental, lo que provocó un desarrollo de la industria y, por tanto, un mercado mayor. Y este modelo de producción-consumo es el que arrastramos hasta hoy. Se creó una nueva clase social de pequeños propietarios: la clase media. Una clase consumista. Con ella (la propiedad personal, digo) el pueblo se fue volviendo conservador puesto que habían caído en la estrategia occidental de la falsa comodidad, y con esta se había abandonado el camino revolucionario, volviendo a "sumisarse" (concepto). Aquella idea de la libertad renunciando a lo material se había ido. Fue como un soborno a gran escala.

Como decía, el proletariado había caído en la falsa comodidad. Falsa porque claro, querido obrero, ahora te ves con propiedades, con patrimonio, al cual accedes mediante los mismos que te lo ofrecieron, y has de mantenerlo. Con lo que volvemos al punto de partida. Con el mercado y la industria obrera controlada, los gobernantes, desde entonces hasta ahora, se esfuerzan en mantener esta comodidad, precarizándola poco a poco. Todo lo que se había conseguido luchando se está perdiendo callando. Ahora el obrero, recapitulando, ha de mantener su patrimonio. Por tanto, ha de cumplir con sus obligaciones laborales, pese a que sucede lo mismo que sucedía antes de la revolucionaria Europa: el beneficio de producción no es proporcional al que recibes, sino menos este último. Hemos vuelto a lo de antes. La única diferencia es que ahora nos han dado qué perder. El gran truco occidental.

Tratado de Roma.


El miedo de la clase media a perder esta comodidad le obliga a cumplir su doble jornada por 800€. El miedo a que otra guerra venga y se lo lleve todo. Y con el mercado de los productos bajo control, la población consumista también está controlada. Nos han pacificado. ¿Y qué han hecho para compensar la pérdida de los beneficios que generaba el conflicto? Lo han trasladado a los países de Oriente y lo intentan cargar en Latinoamérica. Se ha invertido la situación. Aquella ansia de cambio y mejora para el trabajador había desaparecido, o más bien ha sido comprada. Con tal de no radicalizar de nuevo a la plebe, los gobiernos han seguido con sus concesiones de forma paulatina, desde las que ya hablábamos hasta el acceso a profesiones como la medicina, la avogacía, la arquitectura,... Pero reprimiendo otra revolución. De aquí que el término "comunismo"  y "revolución" (aquí) se hayan criminalizado y marginado por parte de las instituciones capitalistas, inculcándolo con mensajes encubiertos entre los medios y no tan encubiertos. Estamos igual que antes pero ahora tenemos que mantener cosas que no necesitamos. Esas cosas son con lo que te controlan. Esas cosas son tu bienestar. Bienvenidos al Estado de bienestar.


Recomiendo ejemplares como "El derecho a la pereza" para relacionar o entender todo esto de una forma más expansiva y más ejemplar.

1 comentario:

  1. Menudo post! Me ha motivado incluso, ha despertado en mi el Karl Marx que todos llevamos dentro, buenísimo!!

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